miércoles, 30 de enero de 2008

Relato: La tarde de nuestro final

*El siguiente texto es un pie forzado a partir del primer párrafo de Memorias de mis putas tristes de Gabriel García Márquez

La tarde de nuestro final quise obligarle a una sesión de espectáculos dantescos con su querido vecino. Me acordé de Faustino Cuevas, el tipejo de aquel callejón destartalado que acostumbraba a complacer a sus sucios clientes cuando percibía una suma importante. Nunca confié en éste ni en ninguno de los muchos cuchillos alquilables, pero él no rechazaba la escasez de mis recursos. También el crimen es una cuestión de confianza, vomitaba con un carraspeo carcomido, ya te fiarás. Era mucho más fuerte que yo y no me servía de él desde hacía quince años que bien podía haberme ahorrado. Pero al primer timbrazo reconocí esa voz en el rellano y le llamé sin preámbulos.

- Serán 5000 por el y 8000 por ella. Vente.

Entretanto, su querido vecino entraba en mi casa.

- ¡Hola mi vida!, ¿estás sola?

No, estaba con Blancanieves y los siete enanitos.
Mi mujer, como siempre, prudente.

- Calla, tonto, que nos van a pillar.

A veces el amor es como una mandarina, no sabes que está podrida hasta que le quitas la cáscara, y hay cáscaras que no se quitan en siglos. Mi matrimonio estaba putrefacto, al igual que yo. Haciendo acopio de falsedad escondí todo el rencor enquistado en mi persona. Me dirigí a la entrada.

- ¡Hombre Ramón! ¿Otra vez vienes por lo de las humedades? Tranquilo que ya he avisado al fontanero.

Y sin dar pie a la posible réplica me despedí de la implicada.

- Churri, me bajo al bar que no tengo tabaco. Luego he quedado con Manolo para ver el partido, así que ya nos vemos para cenar. Adiós.

Y tras el último beso me fui del edificio para no volver nunca.

Faustino se excedió. Entró en la casa, apuñaló en el muslo a Ramón y maniató a mi mujer, pero no la amordazó, por lo que sus gritos mientras descuartizaba a su amante retumbaron en todo el barrio y llegaron a oídos de la policía. Y es curioso, no te pillan cuando estás realmente rodeado de mierda pero con un par de gritos son completamente eficaces.

La policía echó la puerta abajo y contempló el cuerpo seccionado de Ramón. Acto seguido, Faustino se abalanzó sobre ellos cuchillo en mano y fue acribillado a balazos. La muy perra sobrevivió.

Y eso es todo lo que pasó la tarde de nuestro final. No sé si soy cómplice, inductor al asesinato en primer grado o como su Señoría y el jurado quieran llamarlo. Lo que sí sé, Señor Juez, es que soy culpable.

1 comentario:

Ciudadano X dijo...

Creo que ha sido una de las mejores descripciones del matrimonio que nunca he leído. Lástima que todos estemos atrapados en tan agobiante lacra.